El Paralitico de Betesda: Estudio BÍblico y Predica

En esta ocasión exploraremos en profundidad la historia del paralítico de Betesda desde un enfoque bíblico. En este estudio, predicaremos y presentaremos un bosquejo detallado de este pasaje fascinante de las Escrituras.

La Biblia está llena de relatos poderosos que nos revelan verdades espirituales y nos enseñan importantes lecciones de vida. El episodio del paralítico de Betesda, descrito en el Evangelio de Juan, es uno de esos relatos que nos invita a reflexionar sobre la fe, la sanidad y el poder transformador de Jesucristo.

Predica y Estudio bíblico sobre el paralítico de Betesda

Se llegan etapas de la vida en la que no le vemos mucho sentido a lo que hacemos, llevamos una vida monótona y triste.

Pareciera que viviéramos el mismo día una y otra vez en un ciclo interminable, sin saber por qué y para qué lo hacemos realmente.

Por etapas y momentos de la vida pareciera que sobreviviéramos en lugar de vivir.

Al menos esa ha sido mi experiencia.

Quizá sea la tuya.

Te quisiera contar la historia de un hombre que durante treinta y ocho años repitió el mismo desdichado día de su vida una y otra vez.

Si te preguntas como es eso posible…

La historia reza así:

“En Jerusalén, (…) hay un estanque, llamado (…) Betesda, el cual tiene cinco porticos.

En ellos yacían muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos que esperaban el movimiento del agua, porque un ángel descendía al estanque de vez en cuando, y agitaba el agua;

y el primero que descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviera.

Allí había un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.

Cuando Jesús lo vio acostado, y se enteró de que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: «¿Quieres ser sano?»

El enfermo le respondió: «Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua se agita; y en lo que llego, otro baja antes que yo.»

Jesús le dijo: «Levántate, toma tu lecho, y vete.»

Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho y se fue. (…)

‭‭San Juan‬ ‭5:2-9‬

Si alguien sabe de monotonía y tristeza es este hombre acerca del cual leímos.

¿No lo crees?

Treinta y ocho años, viviendo el mismo día una y otra vez.

Noche y día junto a ese pozo, incapaz de moverse, con anhelos profundos de que su vida cambie y nunca más volver a repetir ese absurdo día de nuevo.

Ciertamente, este hombre estaba atrapado en su condición incapaz de cambiarla por sí mismo.

Y esto me recuerda como alguna vez me sentí y como te puedes estar sintiendo tu hoy al leer estas líneas.

Quizá estás atrapado en una adicción, en una relación, en un trabajo, en un mal hábito, en una rutina, en un problema o en cualquier situación de la que no eres capaz de salir.

Te sientes cómo aquel paralítico, incapaz de moverte del lugar en donde estás.

Este hombre llevaba así treinta y ocho años.

Quisiera preguntarte ¿cuántos años llevas tú viviendo esa vida? La misma vida de aquel hombre.

Una vida monótona, triste e insoportable.

La razón por la que este hombre vivía así está clara. Era un desdichado paralítico.

Pero, ¿cuál es la razón por la que tú vives así?

¿Te lo has preguntado alguna vez?

¿Sabes la respuesta?

¿Quién tiene la culpa? ¿De quién es la responsabilidad? ¿Cuál es la razón real?

Yo tengo una teoría que te puede interesar.

La razón por la que vivimos la vida de esa manera es porque nos hace falta algo en la vida.

Y no es distracción, no es un pasatiempo, ni diversión, ni adrenalina, ni euforia, ni ninguna cosa efímera y pasajera.

No, lo que nos hace falta es paz en el corazón.

La capacidad de ser libres de las cadenas que nos atan y encontrar gozo en la vida misma.

¿Será posible? Los budistas, por ejemplo, dicen que existir es sufrir.

Mi postura es que existir lejos de Dios es sufrir.

Pero existir cerca de Él es gozo inefable, paz y un profundo propósito de existencia.

Sí.

La razón por la que este hombre vivía su vida así y la razón por la que tu vida está desenvolviéndose de esa manera es la misma.

Él no se había encontrado con Jesús.

La ausencia de Jesús en la vida.

Quizá tu respuesta a esta afirmación es “Pero yo tengo a Jesús en mi vida, ¿por qué entonces me siento así?”

¿Realmente lo tienes?

Fuiste creado para disfrutar de la gloria de Dios y vivir en su presencia todos los días de tu vida.

En esa presencia encuentras gozo, alegría, aventura, pasión y propósito.

Esa ha sido enteramente mi experiencia.

Pero tú tienes que vivir la propia.

Necesitas a Jesús en tu vida y te tengo una buena noticia.

La historia de aquel hombre dice que:

Cuando Jesús lo vio acostado, y se enteró de que llevaba ya mucho tiempo así (…)

La historia dice que Jesús lo vio y se interesó en su problema.

La buena noticia es que no naciste para vivir así.

El hecho de que hoy leas estas líneas no es casualidad.

Se trata de la providencia y la preciosa voluntad de Dios para tu vida.

Él te vio hoy y se interesó por tu problema.

Y se interesa por tu problema por una razón.

No naciste para vivir la vida que estás viviendo.

No naciste para vivir en la derrota, la esclavitud o la tristeza.

Naciste para vivir en la gloria de su presencia.

Esta es la razón por la que inmediatamente Jesús ve al hombre:

(…) le dijo: «¿Quieres ser sano?»

Vaya pregunta del señor Jesús.

Treinta y ocho años paralítico y le pregunta al hombre si quiere ser sano.

Es decir, ¿quieres cambiar esa vida monótona y miserable por una vida mucho mejor?

¿Cuál crees tú que es la respuesta natural de aquel hombre?

La respuesta obvia a esta pregunta sería:

¡Si!

¿Pero recuerdas lo que el hombre le contesta?

(…) le respondió: «Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua se agita; y en lo que llego, otro baja antes que yo.»

Jesús le hizo una pregunta clara y directa:

¿Quieres ser sano?

Por qué el hombre le responde con algo diferente a un “si”.

Pues verás, ese es el eterno problema del ser humano.

Tú necesitas a Jesús en tu vida, el señor en este momento viene a ti y te pregunta: ¿Quieres cambiar el curso de tu vida por uno mucho mejor?

Es obvio que quieres decirle que sí.

Ya llevas demasiado tiempo viviendo esa vida monótona y miserable.

Siendo destruido por tus errores, tus pecados, tus dependencias y emociones.

Pero por alguna razón siempre le contestamos al señor con una excusa u otra cosa diferente a la pregunta directa que él nos está haciendo.

Claro que tú quieres ser sano.

Claro que quieres decirle que sí.

No hay razón para que hoy, cuando él ofrece cambiar tu vida, tú le salgas con un pero o con una excusa.

Si quieres salir de una vida monótona o del lugar en el que estás, la salida real es solo una.

Es Jesús.

Si quieres salir de una vida monótina, necesitas aceptarlo en tu corazón y empezar a vivir con él y para él.

Y sabes algo.

El señor conocía la respuesta que aquel hombre realmente quería darle y por esta razón no lo tortura volviéndole a preguntar, sino que le dice:

Jesús le dijo: «Levántate, toma tu lecho, y vete.»

Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho y se fue. (…)

El señor hoy ha querido darte la oportunidad de ser libre de tu miseria y quiere sanar tu corazón.

Te dice levántate y sal de ahí.

¿Recibirás su palabra? ¿Permitirás que él cambie tus días grises en días soleados de verano?

Únicamente él puede hacerlo.

Dale la oportunidad.

Veamos este video de ejemplo Jesús enseña acerca de nacer de nuevo.


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